La muerte en la cultura occidental

La muerte en la cultura occidental

Ayudando a los enfermos a morir “buenamente”
La muerte en la cultura occidental
Publicado: Marzo 2013

Continuando la temática abordada en números anteriores de Opción Médica, para poder ayudar a los enfermos a morir “buenamente” -responsabilidad bioética de primer ordennecesitamos entender las diferentes aproximaciones existenciales y metafísicas a la muerte que se dan en nuestra cultura actual. Conociéndolas, podremos responder de forma más ajustada y benevolente a la ayuda que requiere un enfermo que se acerca al final de su vida.

 

muerteocc2.JPGLas sensibilidades ante la muerte

Philippe Ariès, un historiador francés [1] ha sistematizado en cinco las “etapas” de la historia de la sensibilidad occidental ante la muerte. Más que etapas hay que entender la descripción de Ariès como formas diferentes de aproximación existencial a la muerte que han ido predominando en determinados momentos históricos y en los países occidentales. Estas formas de mirar la muerte, sensibilidades o mentalidades mortuorias Ayudando a los enfermos a morir “buenamente” La muerte en la cultura occidental Continuando la temática abordada en números anteriores de Opción Médica, para poder ayudar a los enfermos a morir “buenamente” -responsabilidad bioética de primer ordennecesitamos entender las diferentes aproximaciones existenciales y metafísicas a la muerte que se dan en nuestra cultura actual. Conociéndolas, podremos responder de forma más ajustada y benevolente a la ayuda que requiere un enfermo que se acerca al final de su vida. coexisten simultáneamente hasta el presente en algunos contextos, grupos, o personas individuales. La descripción de Ariès nos será de utilidad para percibir las diferentes concepciones culturales sobre la muerte que coexisten en nuestra sociedad, siempre que tengamos en cuenta que ninguna etapa en particular es “mejor”, o “peor”, que las demás.

 

a- La muerte domesticada. (Primera etapa o primera mentalidad)

Hasta el siglo XIV la muerte era vivida con familiaridad, sin miedo ni desesperación. Había una aceptación realista, se la anunciaba, se la avisaba, se habla ba de ella, se la ritualizaba, se vivía como el destino colectivo de todos: estaba domesticada.

San Francisco de Asís la llamaba “hermana” muerte. Se suponía que los niños debían estar presentes en el momento de la muerte de sus padres. Una muestra de esta mentalidad es el hecho de que los cementerios estuvieran en el centro de las ciudades, anexo a las iglesias y que la vida social girara en torno a ellos.

También existía el nuntio mortis: la comunidad en la época medieval escogía una persona con cualidades idóneas de comunicación y empatía como para que anunciara a la sociedad que una persona había muerto y que se haría el sepelio en tal lugar y de tal manera. Resultaba lógico que los medievales se sintieran identificados con aquella frase de Jorge Manrique: “Consiento en mi morir con voluntad placentera clara y pura, que querer hombre vivir cuando Dios quiere que muera, es locura”. O con lo que le decía Don Quijote a Sancho: “porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más” (Don Quijote cap.74). Inmerso en esta mentalidad, el moribundo aceptaba su destino como algo querido por Dios y la vivía con confianza, la aceptaba públicamente, y la celebraba. El momento culminante era “el adiós”, cuando se despedía de los familiares y amigos. Rasgos de esta mentalidad ante la muerte permanecen en grupos y tradiciones religiosas de nuestro ambiente.

 

b- La muerte de “mi”. (Segunda etapa o mentalidad)

La muerte del “mí” (S.XV-XVIII) coincide con el descubrimiento de la individualidad, según Ariès. La emergencia de esta nueva mentalidad tanática consiste en mirar la muerte como el acontecimiento que revela lo que “he sido”, lo que “he hecho”. La muerte es considerada como el momento supremo de la decisión, de la conversión y del cambio. Es la ocasión para salvarse o condenarse uno mismo. El hombre individual es quien es libre, y en el interior de su propia alma es donde tiene que optar. Los demás, están ahí, pero su presencia solo es un escenario para que el individuo opte por la salvación, no por la perdición, ante el momento de su muerte [2].

 

c- La muerte del “tú”. (Tercera etapa o tercera mentalidad)

Para Ariès esta mentalidad emerge en el siglo XVIII, la época del romanticismo. En los poetas y pintores de la época se puede percibir la muerte como el “drama” atroz e inhumano del ser amado. Hay un erotismo romántico, cuasi religioso, en la emergencia de esta mentalidad tanática. La muerte es exaltada y dramatizada por los poetas y pintores románticos. Los ritos de despedida se vuelven trágicos y angustiosos. El hombre está en una actitud de rebeldía frente a la voluntad divina. Dios es visto como enemigo de la subjetividad humana.

 

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Hasta el siglo XIV la muerte era vivida con familiaridad, sin miedo ni desesperación. Había una aceptación realista, se la anunciaba, se la avisaba, se hablaba de ella, se la ritualizaba, se vivía como el destino colectivo de todos: estaba domesticada

 

d- La muerte en soledad. (Cuarta etapa o mentalidad)

Cada uno vive “solo” su muerte. Tolstoi la describe bellamente en “La muerte de Iván Illich”. Aquí el enfermo está pendiente de las medicinas que puedan curarlo y muere con la esperanza de ser sanado porque idolatra a la ciencia y piensa que los médicos son cuasi dioses. Como parte de esta mentalidad, el enfermo se ve abocado a nunca saber certeramente que se muere, porque siempre conserva la expectativa de que la ciencia lo salvará.

 

e- La muerte como la “innombrable”. (Quinta etapa o mentalidad)

La muerte es la “innombrable”. Sabemos que somos mortales pero en el fondo no lo creemos. Hablar de la muerte es un asunto de “mal gusto” y “pésima educación”. No se debe “hacer sufrir” al enfermo con esta “mala” noticia; de ahí que otros decidirán por él sin que pueda hablar ni despedirse ritualmente.

Como parte de esta mentalidad todo lo que es cercano a la muerte trata de eliminarse de la vista: los cementerios se separan de las ciudades y se disimulan lo más posible poniéndose en parques ecológicos; el luto del vestido se elimina, las visitas a los cementerios tienden a disminuir, las cenizas se depositan en lugares que remedan bibliotecas de sabios mas que lugares de meditación sobre la contingencia de la vida; las tumbas se sustituyen por pequeños cofres similares a libros, al muerto se lo esconde durante el velatorio o se lo viste como si estuviera vivo. Los medios de comunicación social cuando se refieren a ella usan eufemismos como “murió luego de una larga y penosa enfermedad”. La muerte se separa de los hogares para ocultarse en el hospital (así sucede con el 80% de las muertes de los países desarrollados) y el enfermo muere solo, aislado de los familiares y amigos.

 

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La muerte del “mí” (S.XV-XVIII) coincide con el descubrimiento de la individualidad, según Ariès. La emergencia de esta nueva mentalidad tanática consiste en mirar la muerte como el acontecimiento que revela lo que “he sido”, lo que “he hecho”

 

Como parte de esta última “mentalidad” tanática, que predomina –según Ariés- en el tiempo presente (pero sin ser la dominante), el rol social que se le asigna al enfermo terminal es “pasivo”.

e.1. Debe ser dependiente y sumiso a las órdenes de médicos y enfermeros. Debe permitir el acceso de extraños a cualquier parte de su cuerpo, cumplir normas y disposiciones del hospital y de los médicos y olvidar su condición de adulto. En suma, a estos “pacientes” se los premia en su sumisión y se los castiga en su inadaptación.

e.2. Vive un progresivo aislamiento social. Por la misma enfermedad se lo aísla del contagio, etc. Por su ansiedad el enfermo terminal se retrae a sí mismo. Por miedo ante actitudes descontroladas, los familiares tienden a no visitarlo. Con frecuencia los médicos no saben como manejarse y lo visitan lo mínimo posible y la sedación termina de aislarlo.

e.3. Es tratado en dependencia de la clase social y la cultura. Cuanto más “valor social” tiene un moribundo, más atención recibe. Cuanto más inteligencia o simpatía irradia el paciente, más atención consigue de quienes lo cuidan.

 

muerteocc5.JPGLa muerte en perspectiva metafísica

Además de las sensibilidades existenciales antes descritas, encontramos que los individuos suelen ubicarse cognitivamente ante la muerte en algunas de los cuatro significados metafísicos siguientes [3]:

  1.  La muerte concebida como una liberación trascendente. Esta interpretación se ubica ante la muerte como paso a la inmortalidad, re-encarnación, recompensa, descanso, retribución o reactivación cósmica. Es el caso de la mayoría de los creyentes religiosos.
  2.  La muerte concebida como auto expresión. Estos individuos la viven como acto de heroísmo y ratificación final de los valores morales o ideológicos; o como protesta y reclamo afectivoideológico. Es el caso de las muertes por causas políticas.
  3. La muerte concebida como necesidad inevitable e inexorable del ciclo vital a la que se acepta con serenidad, teniendo como única expectativa la de continuar en el recuerdo de los seres queridos, etc. Es el caso de las muertes de algunos no creyentes en Dios.
  4. La muerte concebida como derrota. El individuo la experimenta como aniquilación, calamidad, venganza del destino, expiación de la culpa. Es el caso de las muertes de algunos suicidas.

 

Ante estas sensibilidades y convicciones tanáticas ¿Cómo ayudar bioéticamente a los moribundos a enfrentarse ante la muerte inminente? Continuaremos con este tema en el próximo número de Opción Médica.

Código de Artículo: 5080
Fuente / Referencias Bibliográficas:

Omar França, N.Fontes, M.L.González y otros, La ayuda (médica) al bien morir. Ars Médica 11 (2005) 87-106 y Bioética al Final de la Vida. Buenos Aires: Paulinas, 2008.

En él se encuentra abundante bibliografía citada. Si los lectores desean ponerse en comunicación nosotros para comentar o hacer reflexiones que aporten sobre este tema pueden hacerlo al siguiente correo: ofranca@ucu.edu.uy

AUTOR/ES DE ESTE ARTÍCULO:

Especialidad: Bioética

Director Cátedra Éticas Aplicadas. Profesor de Bioética. Dpto. Formación Humanística Universidad Católica del Uruguay.

Si los lectores desean ponerse en comunicación con nosotros para comentar o hacer reflexiones que aporten sobre este tema, pueden hacerlo al siguiente correo: ofranca@ucu.edu.uy