Consideraciones acerca del diagnóstico y abordaje de los trastornos por CONSUMO DE COCAÍNA
Consideraciones acerca del diagnóstico y abordaje de los trastornos por CONSUMO DE COCAÍNA
El uso de cocaína presenta diversos niveles de adicción que son plenamente reconocibles en el momento de efectuar un diagnóstico. Lo que resulta más complicado es definir las causas que motivaron que el consumo experimental se extendiera y profundizara a través del tiempo.
Las drogas en sí mismas no llevan a un adolescente a una conducta compulsiva adictiva. Detrás de ese comportamiento existen causas que están íntimamente relacionadas con el cuadro de adicción.
Aunque se estima que el hábito de consumir opiáceos es el más difícil de curar, no existen adicciones fáciles. Para quienes tienen una dependencia física o psíquica, las dificultades para librarse de cualquier sustancia los agobian por igual.
En el caso de los usuarios de cocaína, que nos ocupa dado que se trata de la droga de mayor difusión y crecimiento de uso en nuestro país, la mayoría se siente incapaz de interrumpir el consumo e incluso de espaciarlo sin ayuda profesional. Cualquiera sea la cantidad o la frecuencia de uso, como el método de consumo, la necesidad del tratamiento aparece cuando la droga condiciona la voluntad del individuo y se transforma en una obsesión que monopoliza todos los aspectos de su vida.
Llegada esa instancia es muy difícil convencer al adicto de que inicie un proceso terapéutico. A menudo es dramático ver el esfuerzo y las múltiples estrategias que despliega la familia, que todavía no ha solicitado ayuda profesional, para evitar que el adicto se sumerja en la autodestrucción. Peleas, amenazas, llantos, ruegos, premios, castigos. Nada convence al drogodependiente de la necesidad de un tratamiento hasta que la vivencia de una situación límite lo enfrenta con la realidad y le provoca el deseo de buscar ayuda para curarse.
La crisis que opera el cambio suele provenir de alguna o de varias de las siguientes posibilidades:
- Enfermedad grave o muerte de un ser querido
- Situación de severo daño físico personal
- Problemas laborales irrevocables
- Despido laboral
- Violencia física hacia los seres queridos
- Accidente automovilístico u otros tipos de accidentes
- Sobredosis
- Repetidos malos viajes (“horror trip”). El efecto de la droga no es el buscado y el adicto siente miedos profundos, paranoia y otros síntomas desagradables
- Debacle financiera. Ya no le queda nada para vender de sus pertenencias o las de su familia
- Resquebrajamiento de las relaciones amistosas trascendentes
- Fracaso matrimonial o sentimental importante
- Síntomas traumáticos severos en los hijos
- Problemas legales que condicionan la libertad
- Cárcel
- Estrategias familiares para el cambio supervisadas por un profesional especialista, que ponen al adicto y su conducta disfuncional en una situación incómoda que le permitirá hacer insight del daño que le está causando el uso de la droga
El abuso de cocaína trae aparejado un importante deterioro físico, que se traduce en la destrucción parcial o total del tabique nasal, congestiones pulmonares, defensas deprimidas, hepatitis, convulsiones y, en el caso de los que se inyectan, exposición al contagio del HIV. Cuando alguno de estos síntomas lo perturba, el adicto acude a la consulta médica para eliminar los efectos y raramente acepta que la adicción es la causa del mal que padece.
Diagnóstico: durante el contacto inicial, el terapeuta debe elaborar un tratamiento de emergencia. Mientras dure el proceso psicodiagnóstico, de acuerdo con las necesidades del paciente en particular, y paralelamente, debe acopiar información, que luego irá ampliando en sucesivos encuentros hasta conformar la historia completa y precisa del caso.
Es importante tener en cuenta que en la primera entrevista, el paciente no debe estar bajo los efectos de la droga. De lo contrario las respuestas carecerán de veracidad y coherencia.
Los contenidos esenciales de la valoración de una paciente son los siguientes:
- Establecer el motivo que llevó al adicto a requerir tratamiento. Si fue por decisión propia o si fue presionado por el entorno familiar, la pérdida del trabajo, amenaza de abandono conyugal, problemas legales o algún otro tipo de condicionamiento ineludible.
- Detallar minuciosamente: tipo de droga, cantidad, frecuencia, forma de administración y características generales que rodean al consumidor.
- Evaluar el estado clínico y psíquico del adicto. Si existen problemas sociales o familiares; antecedentes personales, comportamiento anterior al uso de drogas, forma de iniciación, entorno, medio sociocultural.
- Averiguar si hubo otros intentos de tratamiento, eventuales resultados, períodos de abstinencia y recaídas.
- Detectar otras compulsiones: juego, trabajo, sexo, alimentación, etc.
- Confrontar el estado psíquico actual con los antecedentes psiquiátricos personales y familiares.
- Averiguar si existen adicciones, compulsiones o antecedentes psiquiátricos en el grupo familiar, también si las relaciones parentales evidencian fracturas importantes.
- Determinar si la calidad de las relaciones familiares le permitirán al paciente recibir apoyo durante su tratamiento.
- Identificar el grado de conservación de habilidades sociales, sobre todo laborales y educativas.
- Conocer el estado clínico del adicto, determinar si presenta síntomas de alguna patología orgánica subyacente a fin de evaluar el deterioro causado por la accionar de las sustancias tóxicas.
- Establecer si puede contar con una red de amistades “sanas”.
- Precisar el nivel cultural, social y económico, la situación legal y si existe algún tipo de compromiso con el tráfico de drogas.
- Averiguar los motivos que impulsaron al adicto a buscar tratamiento tiene una importancia capital. Si existen causas ajenas a él por las que se vio obligado a hacerlo, o sea, si el inicio del tratamiento no es producto de su determinación, es probable que abandone en cuanto se produzca el menor alivio.
Es altamente recomendable incluir en el psicodiagnóstico a la familia a fin de evaluar las posibles disfunciones dentro de ésta y de incluirla dentro del contrato terapéutico
Tratamiento: Los adictos necesitan insertarse en un programa de tratamiento bien estructurado, en el que se ponga especial énfasis en los niveles de intensidad y responsabilidad para que las partes involucradas- paciente, familia y profesionales actuantes- cumplan rigurosamente con las medidas terapéuticas previamente fijadas. Dichas reglas deben ser estrictas, pero no imposibles de cumplir.
A pesar de que muchos adictos a la cocaína prefieren someterse a tratamientos individuales y privados, suelen obtener magros resultados dado que sin la inclusión en grupos de autoayuda, terapia de grupo y tratamiento familiar, el éxito inicial suele derrumbarse cuando el adicto intenta la reinserción social. Es en ese momento cuando la abstinencia, sostenida hasta entonces precariamente, resulta imposible de soportar no tanto por el poder adictivo de la droga, sino por el grado de compromiso en la relación con la sustancia establecido por el adicto.
La depresión, las dificultades para relacionarse, la ansiedad, la baja autoestima y la omnipotencia son algunas de las dificultades que acompañan al drogadicto. Estos síntomas forman parte de una enfermedad previa a la adicción y es por eso que la recuperación de un adicto es lenta y laboriosa. No alcanza con lograr la abstinencia del consumo —por prolongada que ésta sea— sino que debe tratarse la personalidad adictiva buscando las causas primarias para su cabal comprensión.
El tratamiento para recuperarse de la adicción a la droga debe establecerse en forma escalonada con programas que superen los doce meses de duración. Los diferentes estadios del tratamiento pueden sintetizarse de la siguiente manera:
1) Primera parte (período de dos meses)
- Abstinencia absoluta de droga, alcohol o cualquier tipo de fármaco
- Corte drástico del contacto con otros consumidores o dealers
- Síntomas de abstinencia en lenta retirada, pero con episodios de angustia, ansiedad y depresión
- Normalización del comportamiento diario con síntomas esporádicos de irritabilidad
- Adquisición del equilibrio para resolver situaciones complejas
- Inserción gradual y positiva en el programa de tratamiento
- Prescripción de un plan metodológico de recuperación
- Admitir que la adicción es una enfermedad
- Organizar una red de soporte que incentive al adicto a continuar con el tratamiento
- Inclusión del adicto en un grupo de autoayuda
- Estabilización y permanencia en la abstención del consumo
2) Segunda parte (período de seis meses)
- Mayor control de la impulsividad
- Toma de conciencia real sobre la existencia de la adicción
- Amplia información sobre: factores de riesgo, recaídas, síntomas previos para estar alerta, métodos preventivos y elusivos de una recaída
- Transformación del estilo de vida, búsqueda de modelos positivos
- Afianzamiento en el control de las dificultades y en el enfrentamiento de las frustraciones
- Reconocimiento y dominio de los impulsos indeseables
- Control de la ansiedad, elevación de la autoestima
- Identificación y expresión de los sentimientos
- Apertura en las relaciones personales y grupales
- Perduración de la abstinencia
- Estabilización de la vida afectiva
- Depresión propia del contacto con el “yo” y descenso del pensamiento maníaco y mágico-omnipotente. Esta depresión es muy típica a esta altura del tratamiento y manifiesta una buena evolución. El adicto se manejaba maníacamente, es decir, con una pseudoeuforia, sin contacto con su propia angustia e imaginando que todo en su vida estaba bien.
3) Tercer parte (período de doce meses o más)
- Aceptación de los límites
- Afianzamiento del nuevo estilo de vida
- Conducta equilibrada y actitudes sensatas
- Desaparición de los signos de la personalidad adicta
- Desarrollo de habilidades para enfrentar y solucionar problemas
- Maduración apropiada. Se instala la mediatez para la satisfacción de los impulsos. Principio de espera
- Estudio de las dificultades emocionales
- Aprendizaje sobre cómo mejorar la autovaloración
- Análisis de los problemas de relación
- Tolerancia a la frustración (manejo efectivo)
Ante todo es importante considerar que la negativa a aceptar la gravedad de la dependencia y por ende, la necesidad de tratamiento, será llevada por el adicto hasta las últimas consecuencias. Forzar la intervención terapéutica para la cura antes de que el enfermo haya tocado fondo en forma natural o provocada puede malograr el intento y hasta provocar conductas suicidas o peligrosas para los demás. Esto indica la necesidad de un diagnóstico ajustado de la situación de cada individuo.
Cuando finalmente el adicto, empujado por el miedo, la soledad o la angustia, acepta someterse a un tratamiento, puede intentar boicotearlo en cuanto sienta el menor alivio de los problemas que lo aquejan. Este boicot se presenta en forma de negativas con respecto a las indicaciones que le exigen un cambio radical en el estilo de vida. Es entonces que el adicto se vuelve un experto simulador, como método para evitar el proceso de recuperación. Esto se debe a una ambivalente sensación que fluctúa entre el deseo de curarse y el de seguir consumiendo.
Los sufrimientos pasados se olvidan rápidamente si la motivación para recuperarse no llevó al adicto a una auténtica toma de conciencia. Y no se puede obligar por la fuerza a una persona a suprimir la dependencia. Ni siquiera una larga internación que le impida consumir suele tener éxito. Para estar en condiciones de recuperarse el adicto debe admitir que el consumo de droga, aunque sea ocasional, lo hará perder nuevamente el control. Debe creer firmemente que la abstinencia le restablecerá la calidad de vida y además, debe estar convencido de que si vuelve a consumir retornarán el sufrimiento, la culpa, la soledad y la desesperación.
El tratamiento comienza a funcionar a partir de la aceptación de la realidad de la adicción y de la elaboración de un proyecto de vida propio. Este proyecto deber ser algo que dé una nueva ilusión al adicto, que incentive su fuerza de voluntad y estimule la autoestima lo suficiente como para que empiece a considerar el futuro como una meta que vale la pena alcanzar.
AUTOR/ES DE ESTE ARTÍCULO:
Nació en Buenos Aires en 1966 y es Licenciado en Psicología. Se ha dedicado desde 1986 a la investigación y prevención del consumo de drogas y a la asistencia de adictos. Se capacitó en el centro Daytop Village de los Estados Unidos y ha visitado centros de rehabilitación de América Latina y Europa, donde completó su formación. Desde 1993 dirige la Fundación Manantiales, institución sin fines de lucro con sedes en Argentina, Brasil y Uruguay, que se dedica a combatir la drogadicción.